Nuestro primer trabajo para Schweppes. Era un concurso y no había nada que perder, así que decidimos jugar tan fuerte como el producto que anunciábamos: Schweppes Limón Dry, la versión más Schweppes del limón Schweppes. Amarga hasta para los estándares de la marca que inventó la tónica.
La ocasión perfecta para recordar a Fanta quién mandaba dentro de los sabores adultos. Así que recomendamos al cliente que pagara un montón de dinero a un señor famoso para que rechazara nuestro producto.
Acostumbrados a usar rostros de primer nivel como Nicole Kidman o Penélope Cruz en sus anuncios, en Schweppes tuvieron la valentía de aparcar el manual del perfecto uso de las celebrities y apostar por Iggy Pop, un personaje que andaba muy lejos de las métricas mínimas de reconocimiento y valoración que recomiendan los que saben de esto. Pero, claro, tampoco son rankings que se hagan pensando en un guion como este.
A cambio, Iggy nos aportaba la autenticidad de toda una vida de excesos. Era él, no un actor interpretando un papel. Qué importa si hay gente que no sabe quién es ese tal James Newell Osterberg Jr.; de lo que nadie duda es de que ese torso desnudo y esa voz son los de una rockstar de las que ya no quedan en estos tiempos de quinoa y zumos antiox (excepción hecha de Keith Richards, claro).
En resumen: un famoso no tan famoso que, a fuerza de negarse a beber la marca que le paga, consigue que no solo suban las ventas de Limón Dry sino posicionar toda la gama de refrescos Schweppes como la opción más adulta.
Larga vida a la psicología inversa.
¿Hablamos?